Puerto Príncipe (Prensa Latina) Las relaciones históricas y actuales de Estados Unidos con el Gran Caribe están basadas en “la vieja Doctrina Monroe”, la cual estipula que el país norteamericano tiene el derecho de intervenir y reordenar todo cuanto constituya de interés para la seguridad nacional.
Esto, aunque no ocurra dentro de sus límites establecidos, explicó a la sección Escáner de Prensa Latina el trinitense David Abdulah, presidente de la Asamblea de los Pueblos del Caribe.
Analistas como el fallecido panameño Marco A. Gandásegui señalaron que la relación ha estado marcada por la desigualdad.
En medio del proceso de conformación como potencia, el control de la región caribeña, en la cual incluían el istmo, Colombia y Venezuela, era clave para la pujante nación norteamericana que consideraba a esa zona como su “frontera natural”, un regalo de la Doctrina Monroe de 1823 contra el colonialismo europeo, resumida en la frase América para los americanos.
En aras de imponer su hegemonía, la región caribeña debía convertirse en el “patio trasero” de Estados Unidos, tanto en el orden económico como político, de acuerdo con valoraciones del economista y político haitiano Camille Chalmers.
DOMINIO POLÍTICO Y ECONÓMICO
En 1914 el Canal de Panamá, que unió los océanos Atlántico y Pacífico acortando las distancias y propiciando una comunicación marítima directa, trajo consecuentes beneficios económicos para Estados Unidos y fue utilizado para fortalecer su política colonial en América Latina.
Ese papel de tránsito del Caribe sigue siendo una de las características dominantes hasta hoy, porque en los flujos del capital trasnacional la región juega un rol muy importante, subrayó el experto.
El también académico apuntó que para las trasnacionales el dominio político de la zona permite asegurar una transportación rápida y segura, lo cual resulta esencial con vistas a los intereses de los capitales dominantes.
La explotación de la región dio grandes beneficios económicos a Estados Unidos, que en 1885 controlabael 64 por ciento del comercio de Guatemala, el 41,6 de Venezuela, el 39,4 de México y el 36,6 por ciento de Colombia, según un estudio de la Universidad de Cartagena.
Los países comenzaron a reordenar su economía y rutas comerciales hacia los puertos norteamericanos, mientras desde Washington se decidían los gobiernos del “feudo caribeño”, indicó.
De esta manera “Estados Unidos siempre trató de controlar la región a través de gobiernos que defienden los intereses norteamericanos. Los países que se opongan son percibidos como enemigos y por eso han estado envueltos en muchas intervenciones militares”, afirmó Abdulah, quien también dirige el Movimiento por la Justicia Social en Trinidad y Tobago.
En Cuba la ocupación fue temprana, en 1898, durante la guerra que se libraba contra España, e impusieron un gobierno militar hasta 1902. Luego volvieron en 1906 a petición del entonces presidente Tomás Estrada Palma, para “preservar los intereses económicos de empresarios norteamericanos”, y esta última duró tres años.
En Haití, en cambio, intervinieron militarmente desde 1915 hasta 1934, “motivados por la expulsión del capital alemán y capital francés que habían tomado una posición dominante a partir del pago de la independencia”, acotó Chalmers.
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La ocupación en esta isla caribeña fue “muy violenta y destructiva”, con el asesinato de más de 30 mil campesinos y transferencias masivas de tierras a las trasnacionales norteamericanas.
Una época en la cual los capitalistas estadounidenses invirtieron masivamente en Cuba y República Dominicana, y Haití se convirtió en suministrador de mano de obra barata para esos países, “proceso que recordaba un poco la trata esclavista desde África”, aseveró.
Las intervenciones se repitieron a lo largo del siglo XX. En Nicaragua (1912-1933), México (1913, 1914, 1916-1917 y 1918-1919), República Dominicana (1916-1934), y en Guatemala en 1954 contra el Gobierno de Jacobo Árbenz, un militar retirado decidido a mejorar las condiciones de vida de los campesinos.
INTERVENCIONES, APOYO A TÍTERES DICTATORIALES, BASES NAVALES
La Revolución cubana frenó la fuerza expansiva de Estados Unidos, pero luego siguieron intervenciones militares en Panamá (1964 y 1989), en República Dominicana (1965-1966), Granada en 1983 y en Haití otras dos veces en la década de 1994 a 2004, recordó el experto.
“Y los soldados se utilizaron para poner gobiernos títeres que respondieran a los intereses de Estados Unidos, y también a los de compañías multinacionales que explotaban los recursos de los países caribeños, entre ellos petróleo, turismo y plátano con la United Fruit Company”, precisó Abdulah.
Cuando no era necesaria una intervención militar, entonces apoyaban regímenes dictatoriales como los de François Duvalier (1957-1971) y Jean Claude Duvalier (1971-1986) en Haití, que afianzó la dependencia económica del país.
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Chalmers subrayó que las dictaduras se beneficiaron del apoyo de Estados Unidos, y durante ese periodo se reforzaron sus intereses económicos, al tiempo que fuerzas paramilitares como los Tontons Macoutes recibían entrenamiento y armas provenientes de esa nación.
La instalación de al menos 38 bases navales en el Gran Caribe, sin incluir las de Puerto Rico, consolidó el poderío estadounidense, que compaginó con el control de las élites económicas, políticas y militares en esos países, la mayoría formadas en las universidades norteamericanas.
Ya a mediados del siglo pasado se inició la ofensiva ideológica con su pretensión de homogeneizar la región, pero más recientemente las nuevas tecnologías y la irrupción de medios tradicionales y noveles como la televisión e Internet, influenciaron la percepción de identidad de los caribeños.
“Y por supuesto, están las instituciones como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo que, con el consenso de Washington, aprueban préstamos con la condición a que los gobiernos adopten políticas económicas particulares”, puntualizó Abdulah.
MECANISMOS DE INTEGRACIÓN
En la década de 1990, al arribar al poder gobiernos más progresistas, la región comenzó a cuestionar la hegemonía de Washington y a partir del 2000 surgieron mecanismos de integración como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América.
También nacieron la Unión de Naciones Suramericanas, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeñosy Petrocaribe, alianza en materia petrolera entre algunos países del Caribe con Venezuela.
Estos mecanismos de integración resultaron básicos para la reconquista de la autodeterminación, con resultados importantes desde el punto de vista diplomático, como evitar una guerra entre Ecuador y Colombia, señaló Chalmers.
Con anterioridad nació la Comunidad del Caribe (Caricom), en 1973, para estimular la cooperación mercantil, estrechar relaciones políticas y económicas, y promover la educación, cultura e industria.
No obstante, también es vista como enemiga, de la misma manera que todo proceso de integración “que quiere que los pueblos se junten para reflexionar, para construir capacidades regionales y hacer frente a las trasnacionales”, indicó el activista haitiano.
Y EN ESO LLEGÓ TRUMP
Sin embargo, tras su llegada a la Casa Blanca, Donald Trump (2017-2021) abiertamente anunció sus intenciones de desempolvar el viejo pilar de América para los americanos.
En 2018 dijo ante Naciones Unidas que “en el hemisferio occidental, estamos comprometidos a mantener nuestra independencia de la intrusión de potencias extranjeras expansionistas”.
“Ha sido la política formal de nuestro país desde el presidente (James) Monroe que rechacemos la interferencia de naciones extranjeras en este hemisferio y en nuestros propios asuntos” agregó más adelante.
Las acciones contra Venezuela y Nicaragua, y sus tentativas de dividir la Caricom a través de la figura del exsecretario de Estado Mike Pompeo, formaban parte de la retórica para restablecer la Doctrina Monroe en América, según interpretó Abdulah.
A juicio de Chalmers, incluso el presidente haitiano Jovenel Moïse fue utilizado para intentar romper la unidad de Caricom, con sus posturas contra Venezuela y el tardío reconocimiento al autoproclamado presidente Juan Guaidó, a cambio del apoyo estadounidense a su Gobierno ya marcado por la crisis.
Con la entrada del demócrata Joe Biden a la Casa Blanca “hay una diferencia de estilo, de lenguaje, pero no en términos de política externa”, dijo el analista haitiano, quien también aludió al rol jugado (vicemandatario) por el nuevo presidente durante la administración de Barack Obama (2009-2017): básicamente “garantizar a la oligarquía norteamericana que los intereses básicos de los capitalistas estaban salvaguardados”.
Abdulah, por su parte, reconoció que naciones como Cuba podrían reanimarse con el regreso a las prácticas de Obama, tras cuatro años de recrudecimiento del bloqueo y las políticas económicas todavía más hostiles, sin embargo, no vislumbra otros cambios para países en crisis por las sanciones norteamericanas, como Venezuela.
arb/ane
En este trabajo colaboraron Diony Sanabia, Martha Andrés Román y Adriana Robreño, periodistas; Amelia Roque, editora; José Javier Campanería, editor de televisión; y Rey Dani Hernández, webmáster.
Fuente: Prensa Latina